
Ningún gobierno de izquierda o derecha se anima a realizar dos cambios básicos que necesita la Argentina para dejar de estar en el tercer mundo: Cambiar el sistema presidencialista que concentra mucho poder en una sola persona y eliminar en todos los niveles de gobierno las listas sábana.
Independientemente de que muchos países del primer mundo aún tienen algunos de estos sistemas, nuestra cultura política y nuestra triste y joven democracia necesita depurarse de todos los políticos que no representan a nadie y que, sin embargo siguen siendo elegidos.
Las listas sábana ya no tienen justificación en el siglo XXI, si es que hemos evolucionado como seres racionales. Debe implementarse el sistema de tachas para elegir en una lista única a los candidatos a ocupar cargos legislativos, habilitándose incluso, que cada votante pueda elegir entre candidatos de diferentes partidos. Es la única forma para que lleguen los más capacitados, o al menos los que realmente tienen algún grado de representatividad. El recuento de votos se puede realizar automáticamente mediante escáners en cada mesa habilitada, a la vista de los fiscales y con impresión de registro final. Al haber una lista única, varios votantes pueden completar las tachas al mismo tiempo, simplemente separados por una suerte de biombos, ahorrándose muchísimo tiempo.
Esos mismos legisladores elegidos sin listas sábana, son los que deben decidir cuál de ellos ejercerá -ya no como presidente- sino como “Primer Ministro”. Asimismo, cada titular de los diferentes ministerios, debe ser elegido de la misma manera. Cada ministerio debe gozar de total independencia de los otros poderes y con presupuesto propio para evitar que le saquen presupuestos a determinados sectores.
El primer ministro –antes llamado presidente– duraría en su cargo lo que su buen desempeño le permita, sin exceder los cuatro años de gobierno, y con posibilidad de ser removido por el cuerpo legislativo si no actúa eficazmente.
Los presidentes en Argentina se han manejado según sus propios caprichos, sus propios negocios y conveniencias personales o de determinados sectores de poder, engañando de manera traicionera y escalofriante a sus votantes con promesas que jamás cumplieron. El sistema parlamentario tiende a disminuir ese tipo de aberraciones que han sido moneda corriente en todos los gobiernos.
Asimismo, ese mismo esquema debe repetirse en las provincias y hasta en los municipios, sin dejar lugar a los inmorales vividores de la política.
La evolución hacia un sistema parlamentario y la eliminación de las listas sábana deben darse al mismo tiempo, ya que un sistema parlamentario con listas sábana en este país sería un fraude, peor que el sistema actual.
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